jueves, 8 de julio de 2010
Vida de calles, pequeños incidentes que se transforman en cosas grandes, miradas, disgustos, epopeyas para algunos para otros simples sucesos cotidianos. Es difícil entender las calles sino las has vivido, las has compartido y no has estado ahí. En pocas palabras se podría definir como estrategias para sobrevivir y ser conciente de que cada acción tiene una reacción bueno como en todo sólo que en ocasiones la acción o la reacción no es de la misma magnitud en ocasiones suele ser mayor y aquello trae círculos viciosos de magnitudes que tienden al “infinito”. Todos alguna vez hemos estado en la calles hemos deambulado como habitantes pasajero de lugares que nunca mas hemos vuelto pero hay calles que no tienen retorno, tampoco punto de partida ni de final sólo son calles y cuando estás ahí no te queda otra opción que luchar o huir instintos básicos de supervivencia donde todo es valido y lo invalido se hace valido. Políticos hablando de delincuencia, de la educación, de salud, del derecho de vivir la vida, de las libertades individuales y colectivas, de la construcción social de un “país en eternas vías de desarrollo”, de basura y opulencia, de los mañanas, de los futuros y nadie conoce el camino. Con la vaga esperanza de un futuro porvenir damos un rumbo a nuestras vidas, intentamos construir cosas ya sean físicas, espirituales, sociales, intelectuales, alguna mierda que nos demuestre que estamos vivos ¿para qué? Si absolutamente nada de lo que hagamos será póstumo a nosotros las palabras se irán como se han ido otras veces, las personas cambiaran y el olvido llegará, la memoria es frágil y la gente es más frágil aún. El papel se quema junto a las letras, la tecnología: cambia evoluciona y queda en el pasado, las palabras se las llevas el viento o simplemente se pierden en nuestro cerebro y pasan al olvido, los regalos se quedan en bodegas o se destruyen o se pierden o simplemente se botan o se guardan en algún lugar donde no se encuentren para nuestras vistas, las ideas se alteran sujetas a la percepción del individuo, el conocimiento se transforma, cambia, evoluciona y se contradice, la literatura se suicida, nuestras promesas no tienen sentido alguno y todo absolutamente todo es intrascendental. Para qué nos matamos haciendo del sin sentido un sentido, ¿para qué? ¿para qué? Para que vivamos con un sentido para que vivamos olvidando que Homo Quia Pulvis Es Et In Polverem Revertis.
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